REFLEXIONES ENTORNO A LA CATÁSTROFE DE VALENCIA
Muy probablemente, para encontrar una catástrofe asociada a un riesgo natural tan importante en #España como la ocurrida en la provincia de Valencia, haya que remontarse a final del s. XIX con la histórica Riada de Santa Teresa en #Murcia (octubre de 1879), y el terremoto de diciembre de 1884 en Arenas del Rey (#Granada). Aquellos episodios dejaron sobre los mil fallecidos, núcleos poblacionales arrasados, o parcialmente destruidos, y en el caso de la riada de Murcia, la primera gran ola de solidaridad al trascender la noticia fuera de las fronteras nacionales. Desde aquellas dos catástrofes, ningún evento ha dejado un número cercano de fallecidos. Habrá que esperar a que termine la primera fase de la emergencia en Valencia para valorar en su justa medida los daños humanos ocasionados.
Más de 140 años después se ha producido la inundación más importantes del último siglo y medio, a pesar de que los antecedentes históricos en el s. XX están plagados de importantes avenidas en el levante y sureste peninsular (Júcar en 1957, la riada de 1973 en Almería y Murcia, Vallès, Pantanada de Tous en 1982, Biescas, San Wenceslao en 2012 (Lorca), o las recientes de diciembre de 2016 (Los Alcázares) y 2019 (Orihuela). Ninguna de ella ha tenido la repercusión territorial y el número de damnificados como la actual de Valencia del pasado 29 de octubre de 2024. Por supuesto, para que se haya generado esta tristísima catástrofe se han unido una serie de factores que explica lo que ha ocurrido.
1. Episodio pluviométrico extraordinario, con un importante periodo de retorno. Cantidades de precipitación superior a 300 l/m2 en una área geográfica muy extensa que han generado un volumen ingente de escorrentía. Además, los picos de precipitación han sido descomunales, destacando los 490,6 l/m2 en la estación de Chiva (Valencia), 618.0 l/m2 en Turís (Valencia), y 784.4 l/m2 en la Mojonera (Godelleta). En Turís, se ha establecido el récord de precipitación máxima en 1 hora con 179.4 l/m2 (AEMET). Intensidades pluviométricas que generan auténticas avalanchas de agua y los temidos flash flood o inundaciónes relámpago con enormes caudales.
2. La extraordinaria pluviometría generó una brutal escorrentía que circuló con caudales extraordinarios, con picos de hasta 2228.9 m3/s en la Rambla del Poyo (unas 5 veces el caudal medio del Ebro en su desembocadura). El cauce de la Rambla del Poyo, con capacidad para 1800 m3/s, no pudo canalizar todo el caudal que acabó desbordando por la llanura de inundación del sur de Valencia. Se trata de una cuenca sin embalses de laminación, y con un solo punto de control de aforo para la medición de caudal. También, el barranco de la Horteta, de la misma cuenta, canalizó el agua de la zona donde más llovió (>700 l/m2), confluyendo en Torrent, muy poco antes de la zona más afectada por la inundación. Todo un aluvión gigantesco de agua.
Áreas inundables en las inmediaciones de la ciudad de Valencia para un periodo de retorno de 500 años. Fuente: SNCZI
3. La avenida de la Rambla del Poyo, y las demás ramblas que llegan al sur de la ciudad de Valencia, terminaron anegando la plana o Huerta sur de Valencia, una gran llanura de inundación donde convergen varias ramblas, y donde la mayoría de barrios y municipios afectados se encuentran en zona inundable. Un área que se ha ido creando durante los últimos miles de años por los sedimentos procedentes de las avenidas históricas del Turia y la Rambla del Poyo, entre otras. Además, la parte final de la cuenca se ha impermeabilizado durante los últimos años, disminuyendo la infiltración de la escorrentía y favoreciendo una mayor velocidad del flujo de agua. No es de extrañar que el hidrograma del Barranco del Poyo pasara de llevar 44.8 m3/s a las 16:00 horas a 2300 a las 18:50 horas. Multiplicó por 6 el caudal en 3 horas, propio del funcionamiento de las ramblas mediterráneas, pero esta vez con enormes caudales.
Desde el punto de vista del riesgo, este es el resultado de una ecuación donde intervienen tres factores: peligrosidad, vulnerabilidad y exposición. La peligrosidad es la probabilidad de ocurrencia de un fenómeno, pero lógicamente no es lo mismo que el mismo evento impacte en una zona despoblada que en un área densamente poblada y en zona inundable. Ahí entra en juego la exposición de la población y su grado de vulnerabilidad ante el fenómeno, es decir, la tipología de edificaciones, y los usos de suelo entre otros. Se hace imprescindible que de una vez, tal y como ocurre en países como EEUU o Reino Unido, se integren todas las variables del riesgo en el sistema de avisos meteorológicos, con pautas claras a la población para cada nivel y fenómeno.
Fuente: David Espin Sánchez
Para concluir, es preciso añadir, que desde el punto de vista científico, hay análisis que demuestran que las DANAS de los últimos años están "dopadas" por la tropicalización del Mediterráneo y el aumento de la temperatura del Atlántico. Se produce una mayor frecuencia de descuelgues de embolsamientos de aire frío en capas altas atmosféricas, y con una temperatura más elevada del Mediterráneo, hay una mayor disponibilidad de vapor de agua y tormentas más enérgicas.
Más de 140 años después de la Riada de Santa Teresa hemos subestimado el riesgo en la ordenación territorial, las obras hidráulicas no tienen la capacidad para progeger extensas áreas urbanas inundables de algunos eventos pluviométricos extraordinarios. Además, la Región de Murcia posee el mayor porcentaje de suelo urbano en zona inundable de España (17%), con zonas como Lorca y su huerta, y la Vega Media del Segura (Área metropolitana de Murcia) con un potencial muy importante para registrar graves inundaciones. Urge, por tanto, elaborar cartografía de riesgo municipal, respetar las zonas inundables, o apropiar las construcciones o los usos de suelo a estas zonas, crear protocolos nacionales ante Fenómenos Meteorológicos Adversos (FMA) de gran impacto (ejemplo de los avisos rojos), educar en el riesgo a la población desde las edades más tempranas, y una mayor coordinación entre organismos en la planificación y gestión del riesgo.
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